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martes, 9 de septiembre de 2008

CAMARADAS DEL EPA



Año 6/ Edición Especial para estudiar y reflexionar

El Pleno reflexivo del EPA


Un mes de julio de 2002 nacimos a la luz pública producto del breve golpe de Estado que en abril del mismo año intentó traumatizar y frustrar las aspiraciones de nuestro pueblo derrocando al gobierno del presidente Hugo Chávez Frías. La experiencia nos había enseñado que mientras exista el imperialismo dominando al mundo, imponiéndole la forma de vida a los pueblos, el capitalismo siendo el modo de producción predominante en el planeta o mientras no triunfe, de manera definitiva, la revolución proletaria o socialista en todo el orbe, es imprescindible que mientras más se ame la paz con justicia y libertad haya mayor necesidad de prepararse para la guerra, porque, no pocas veces, resultan largos los períodos de tiempo que ni son de paz ni son de guerra, pero sí son de explotación y de opresión de muchos pueblos por pocos Estados y monopolios imperialistas.
No nacimos para hacerle violencia absolutamente a nadie; no nacimos para imponerle criterios absolutamente a nadie; no nacimos para decirle absolutamente a nadie cuál es el camino que debe seguir; no nacimos para sustituir absolutamente a nadie; no nacimos para andar desahuciando a nadie por desaciertos cometidos; no nacimos para trazar política sobre rumores, chismes y especulaciones personales; no nacimos para desplazar el análisis de clase por la simpatía sobre las anécdotas inconexas; no nacimos para andar camuflando las contradicciones y escondiendo nuestros errores; no nacimos para aterrorizar absolutamente a nadie; no nacimos para convertirnos en vanguardia absolutamente de nadie; no nacimos para ponernos a realizar las labores que sólo corresponden a la clase proletaria o a las masas revolucionarias; no nacimos para denigrar, injuriar, humillar ni burlarnos absolutamente de nadie; no nacimos para convertirnos en fiscales y jueces juzgando y condenando absolutamente a nadie; no nacimos para ganarnos prebendas lisonjeando o diosificando absolutamente a nadie; no nacimos para pretender ser un faro de luz inextinguible absolutamente de nadie; no nacimos para entronizarnos en ninguna política que nos transforme en lobo absolutamente de nadie. No, nacimos -simplemente- para ponernos a disposición de la voluntad de un pueblo que merece la redención social; para prepararnos, educarnos, formarnos, crearnos conciencia que la mejor causa de todos los sueños es la emancipación del género humano. Por eso hemos abrazado el marxismo como ideología y por eso, decidimos solidarizarnos con el proceso bolivariano que lidera el presidente Hugo Chávez Frías que ha dicho, incluso en varias oportunidades, no ser marxista.
No somos violentos, no somos terroristas, no somos místicos ni eclécticos, no somos voceros ni de la muerte ni de la tristeza, no somos abanderados ni del egoísmo ni del desprecio, no somos cínicos ni sofistas de métodos artificiales, no somos miembros de ningún club de sociólogos ni de ninguna red de pragmáticos, no le rendimos culto al diletantismo ni al oportunismo, no andamos detrás del silogismo para buscarle sucedáneo a la dialéctica, no medimos con el mismo rasero las formas de gobierno del capital pero no nos agrada ninguna, no nos gustan los misioneros con bayonetas, creemos en la política que tiene carácter de clase, tenemos optimismo en la desintegración del capitalismo y en el triunfo del socialismo, creemos en los poderes creadores del pueblo, creemos que una revolución es –en dos palabras- solidaridad revolucionaria.
Bajo esos criterios o conceptos realizamos un pleno reflexivo durante los días 25 y 26 de julio del presente año (2008). Lo hicimos en un ranchito al pie de una montaña donde el frío intenso no perdona a un cuerpo desabrigado, y las noches no conocen los favores de la electricidad y siguen aferradas a las velas o el fuego de leña que deben las manos del hombre protegerlas de los vientos que intentan apagarlos. Necesitábamos de la mayor tranquilidad en espacio para que fuese provechosa la reflexión en el tiempo. Julio es primavera de lluvia. En el pleno contamos con la representación de una organización hermana que con otras palabras tiene el mismo pensamiento que nosotros.
No somos especialistas ni doctos en ninguna materia del conocimiento; no somos expertos en análisis científicos ni catedráticos de ninguna tendencia del pensamiento social. Queríamos e hicimos los esfuerzos para que nuestro periódico “Redención” estuviese publicado para el pleno, pero lamentablemente la falta de recursos económicos sigue siendo como un duende de tradición que camina junto a nuestras necesidades.
Todos los asistentes, uno por uno incluyendo a una campesina que colaboró para el cocimiento de la alimentación, dieron su versión sobre la situación internacional, sobre las realidades del país, sobre el proceso bolivariano, y sobre las nuestras propias. No hubo ninguna contradicción o disidencia importante –entre nosotros internamente ni en relación con la visión delegación de la organización hermana- que pudiéramos destacar y reconocerla públicamente. Incluso, hasta lo podemos decir, tampoco existen en relación con los conceptos que hemos leído de otras organizaciones revolucionarias que no invitamos por la simple razón de que no estamos en capacidad de garantizarles ciertas comodidades de estadía para su participación. Y eso último es tan cierto que algunos camaradas de la organización tampoco pudieron asistir por carencia de recursos para adquirir pasajes y algunos elementos –especialmente de abrigo- para soportar los rigores climáticos, geográficos y geológicos de la zona seleccionada para la realización del pleno.
Se decidió la elaboración de algunos documentos –sobre los diversos aspectos analizados- no sólo para estudio y conocimiento de todos los militantes y todas las militantes de la organización que no son muchos, sino también para hacerlos llegar a otras organizaciones políticas –fundamentalmente del campo marxista- buscando que contribuyan a la elevación de nuestros conocimientos o de nuestra formación de conciencia revolucionaria. De igual manera, se consideró indispensable hacerlos llegar al gobierno que preside el presidente Chávez, aun cuando nada –absolutamente nada- de nuestras opiniones sea tomado en consideración. Y si tuviésemos en condición de imprimirlos para distribuirlos lo más ampliamente posible de forma pública, lo haríamos y nada –absolutamente nada- temeríamos que hasta los enemigos del socialismo, los adversarios de la revolución (los peores y los menos radicales) los leyeran sin preocuparnos a que nos juzguen como lo creyesen conveniente.
En este mundo actual amenazado por una conflagración que no será, de manera definitiva, entre naciones imperialistas particulares, sino entre continentes, donde la vida política de todas las regiones del mundo, está turbada por el inminente peligro de una serie sucesiva de guerras imperialistas por un nuevo reparto y dominio del planeta, donde todos los órdenes de la vida económico-social de nuestros pueblos serán privatizados de triunfar completa la globalización capitalista salvaje, no existe un arma más poderosa y efectiva de combatirlo que la verdad revolucionaria. Y donde, además, para derrotar al imperialismo es necesario o imprescindible hacer valer el sagrado deber, si queremos la salvación del género humano, de globalizar la acción y el pensamiento revolucionarios, de abrazar los pueblos la teoría de la revolución permanente.
Y si algo no debemos dejar de anunciar es que, como resultado reflexivo, se decidió nombrar un nuevo Consejo Consultivo integrado por cinco jóvenes (sin importar el sexo) y otro Consejo Consultivo Ampliado donde formarán parte cinco camaradas más, seleccionados por organismos de las regiones donde realmente existimos. Esos dos Consejos Consultivos tendrán la responsabilidad y el deber de responder a la militancia por la política de la organización bajo los preceptos establecidos en base al pensamiento político que profesamos sobre las realidades objetivas y no sobre deducciones subjetivas o idealizadas de los hechos.
También se decidió que la consigna central de la organización continúe siendo la que hasta ahora nos ha caracterizado: ¡Sin justicia social, la paz seguirá siendo una utopía!

El marxismo vs globalización capitalista y América Latina
La grande arma teórica, científica y revolucionaria con que cuentan el proletariado, en lo particular, y el pueblo, en lo general, para sus luchas clasista y su revolución socialista, es el marxismo. Buscar una doctrina que compita con las ideologías de la globalización capitalista salvaje, execrando al marxismo, es tan igual que ponerse a encontrar una aguja perdida en el desierto en tiempo de tormenta que imposibilita toda probabilidad de visión humana. No estamos descartando ninguna tendencia del pensamiento social antiimperialista, lo cual valoramos y tomamos en consideración, pero ninguna alcanza la dimensión histórica y exacta del marxismo para avizorar futuro basándose no sólo en los aportes del pasado en el presente, sino, también, en las previsiones de acontecimientos que determinan la marcha de la historia.
El materialismo dialéctico, por ejemplo, nada tiene de ficción ni de misticismo. Es, al decir de Trotsky, una ciencia del pensamiento, en tanto que intenta llegar a la comprensión de los problemas más complicados y profundos, superando las limitaciones de los asuntos de la vida diaria. Nadie debería desconocer que Carlos Marx es quien descubrió los fundamentos para la clasificación científica de las sociedades humanas en el desarrollo de sus fuerzas productivas, y de la estructura de sus relaciones de propiedad, que constituyen la anatomía de la sociedad. Para un marxista, una política correcta es aquella que concentre hondo y ampliamente la economía; es decir, manifieste las corrientes progresivas de su desenvolvimiento y desarrollo. De allí que una política es realmente revolucionaria en la medida que fundamente sus análisis en las formas de propiedad de los medios de producción y de las relaciones de clase en la sociedad.
El marxismo y la globalización capitalista
El marxismo no sólo desmenuzó y puso al descubierto todas las contradicciones esenciales del capitalismo, sino que también avizoró sus fases progresivas, su carácter revolucionario frente al feudalismo y su perversión reaccionaria contra el futuro, la inevitabilidad de sus cambios, su derrumbe y la alborada de una nueva formación económico-social: el socialismo como fase inferior del comunismo.


La globalización capitalista salvaje ha colocado en juego y en inminente peligro el destino del mundo entero. Para plagar de más miseria y dolor a la inmensa mayoría de la población y concentrar la riqueza y el privilegio en la menor minoría de supermonopolios y familias, requiere de hacer las guerras más sofisticadas que produzcan los mayores exterminios sociales y ambientales. Esto no se trata de la consecuencia de la voluntad de un mandatario o de un acuerdo entre dos o tres potentados de la política imperialista. El origen de esas guerras se encuentra en las contradicciones antagónicas del mundo capitalista imperialista, en el carácter de la propiedad privada de los medios de producción junto con el Estado burgués que se fundamenta en ella. Y la única manera de acabar con esas guerras está en las luchas definitivas de los pueblos por su emancipación de toda explotación y opresión sociales, donde el proletariado es el más llamado a jugar el rol del protagonismo revolucionario.
Vivimos un mundo en que las fuerzas primordiales de la sociedad se encuentran en poder de los supermonopolios imperialistas y el Estado nacional no es más que un instrumento dócil de ellos; la pugna por los mercados, por las fuentes de materia prima, por la dominación y reparto del planeta, indican conflagraciones cada vez más destructivas. En esas condiciones, existiendo la técnica y la capacidad de la clase obrera, es posible despojar del poder de Estado y de la economía a esos supermonopolios y gobiernos imperialistas para poder construir un mundo nuevo posible de desarrollo material y espiritual al servicio de toda la humanidad.
La nueva “era de paz y el fin de las ideologías” que nos promete la globalización capitalista imperialista salvaje ha comenzado a materializarse en la fase histórica más terrible de su dominación, en las guerras imperialistas contra el mundo. Afganistán e Irak son, tal vez, la prueba menos dolorosa ante lo que nos avizora en su alocada carrera de perversión y atrocidad contra la humanidad por lograr la completa dominación de todo el planeta y lo que pueda de la galaxia de nuestro sol.
Ya se acabaron los tiempos de concesiones y acuerdos para evitar los desenlaces convulsivos de las crisis del capitalismo imperialista. El reparto del planeta por las poquísimas grandes potencias de la globalización capitalista es un hecho inevitable, pero al mismo tiempo lo es las luchas decisivas de los pueblos por su emancipación social. No existe otra salida. El neutralismo es política del reformismo oportunista que deja gobernar para que lo dejen vivir de sus tropelías en nombre de la democracia y la justicia.
El peor enemigo, para los pueblos que anhelan emanciparse de la globalización capitalista, es el imperialismo estadounidense. Hace más de 65 años Trotsky, basándose en el análisis marxista de la situación internacional y de las contradicciones del mundo capitalista, vaticinó lo que hoy estamos padeciendo como grandes tragedias sociales. Dijo, en esa oportunidad, que “El capitalismo USA tiene los mismos problemas que empujaron a Alemania a la guerra en 1914. ¿Qué el mundo está ya repartido? Hay que proceder a un nuevo reparto. Para Alemania se trataba de “organizar a Europa”. Los Estados Unidos tienen que “organizar” el mundo. La historia enfrenta a la Humanidad con la erupción volcánica del capitalismo americano” Preguntemos a cualquier persona que haga uso de su sentido común de manera normal: ¿Acaso no es eso lo que está tratando de hacer y lograr el imperialismo estadounidense en el comienzo del siglo XXI?
Ya no es necesario demostrar que el gobierno estadounidense arrastrará a Estados Unidos a la guerra imperialista por organizar el mundo bajo su exclusiva dominación. Sólo con la lucha de clase de los obreros sin fronteras, atrayéndose a los sectores populares nacionales para su causa, y una denuncia implacable contra el pacifismo pequeñoburgués, se puede derrotar al imperio para hacer realidad el nuevo mundo posible, ese que nos ofrece el socialismo como la alternativa inmediata para acabar con las crisis, la miseria, el dolor y la perversión que son propios del régimen capitalista. En otros términos, sólo la revolución proletaria puede crear las condiciones propicias para conducir el mundo hacia su completa emancipación social de toda explotación y opresión sociales.
En definitiva, contra la globalización capitalista imperialista salvaje, ha llegado la hora en que no debemos defender ninguna patria burguesa, sino los intereses de los trabajadores y los oprimidos de nuestro país y del mundo entero. Lo demás es sólo cuento de camino que no hace camino en la lucha política por ninguna revolución social. No olvidemos nunca que en la política imperialista por el reparto del mundo y su dominación, la defensa de las grandes patrias implica la destrucción de muchas patrias pequeñas o medianas para dejar pueblos en el ostracismo sometidos a niveles insoportables de miseria y dolor en exclusivo provecho de las primeras.
La globalización capitalista y América Latina
El imperialismo, por su propia naturaleza, dice Trotsky, huye de la división del poder. Para el imperialismo estadounidense dejarse las manos libres sobre América Latina requiere no sólo ajustar cuentas con la Unión Europea, Japón, China, Rusia, sino también permitirle a éstas algunas concesiones monopólicas que no sobrepasen las ventajas monopólicas de Estados Unidos, lo cual le garantiza a éste –igualmente- una inversión de grandes capitales en el resto del mundo. Por ello, una tercera guerra mundial no será entre Estados nacionales ni por imperialismos de siglo pasado, sino de continentes enteros.
El crecimiento militar sofisticado en Estados Unidos planteó hace décadas la solución violenta a las contradicciones no sólo del mundo entero en lo general, sino también, en lo particular, para el destino de la América Latina. Esta ha sido una gran vena abierta para el desangramiento de su economía, de sus probabilidades de desarrollo bajo el dominio, esencialmente, del imperialismo estadounidense. Esa ha sido nuestra historia del siglo XX y comienzo del XXI, donde además se han destacado gloriosas luchas revolucionarias contra esa salvaje dominación capitalista. Pocas triunfantes y muchas derrotadas significan que a nuestros pueblos no les gusta la presencia de misioneros con bayonetas. La lucha por la emancipación está planteada con una suma de probabilidades para la victoria definitiva contra el imperio capitalista.
De tanta explotación y miseria padecidas, de tanta opresión y muerte vividas, de tanta falta de vida y alegría ausentes, de tanto desprecio y egoísmo establecidos, de tanta ternura y solidaridad faltantes, los pueblos de América Latina han entrado, en este comienzo de siglo XXI -luego del triunfo electoral de Hugo Chávez Frías en Venezuela- a un nuevo despertar de conciencia que ha permitido la llegada a gobiernos de líderes que se mueven entre el centro y la izquierda arrebatándole espacio a la derecha política. Es un paso importante hacia una política que debe ir radicalizándose en la medida en que más participen los pueblos en la toma de decisiones de sus gobiernos.



Hace más de 65 años Trotsky nos avizoró lo que está planteado actualmente con una exactitud asombrosa. Dijo, en esa oportunidad, que “América del Sur y Central sólo podrán salir de su retraso y sometimiento si unen todos sus Estados en una federación poderosa…” Y agregó: “…Pero no será la retrasada burguesía sudamericana, esa sucursal del imperialismo extranjero, la llamada a resolver esta tarea, sino el joven proletariado de Sudamérica quien dirigirá a las masas oprimidas…” Igual nos elaboró la consigna en la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta tarea de las cliques compradoras nativas “Estados Unidos Soviéticos de América Central y del Sur” Nadie se alarme por el término soviético actualmente, porque Trotsky se refería, en aquel momento, al carácter socialista de la unidad y del objetivo, que ahora cobra –podría ser otro término adaptado a nuestras realidades y necesidades- una vigencia inobjetable.
La solidaridad entre los pueblos, en general, y entre los obreros, en lo particular, es decisiva para romper todos los lazos de dominación imperialista y enrumbarnos por el sendero de la revolución que nos liberará de toda explotación y opresión sociales. Estamos en el tiempo en que el carácter permanente de la revolución es la consigna central de todas las luchas revolucionarias, pero ello no significa que los países atrasados, los proletarios, los revolucionarios deban esperar la señal de avance de los más avanzados. Nuestros pueblos, nuestros obreros, nuestros revolucionarios deben emprender el desarrollo de la lucha revolucionaria en todas las naciones, subdesarrolladas y desarrolladas, en que aparezcan condiciones favorables para tomar el poder e iniciar la transición del capitalismo al socialismo. Es imprescindible aprovechar las circunstancias nuevas que son realidad en la América Latina para tratar de avanzar en la lucha por la integración de nuestros pueblos, nuestros obreros y nuestros revolucionarios como paso fundamental en el combate contra la globalización capitalista imperialista salvaje y por el socialismo Nunca olvidemos que toda desilusión que se apodere de la conciencia de nuestro pueblo es una gran pérdida para el avance de la lucha revolucionaria, aunque luego se enriquezca con las lecciones de las derrotas. Es la hora de más inventar para menos errar.
¡Avancemos en la integración de los pueblos de América Latina apoyando la iniciativa de los gobiernos que la propongan!
¡Avancemos en la unidad de los revolucionarios por el socialismo!
¡Hagamos un principio revolucionario inviolable de que si el imperialismo invade cualquier país de América Latina, respondamos como si fuese contra todas las naciones latinoamericanas!
Estados Unidos y el Terrorismo
Muy pocos ideólogos o estudiosos de la guerra han emitido conceptos, juicios o razonamientos profundos sobre la verdadera esencia del terrorismo como expresión de la lucha de clases. Muchos se han limitado a aplicarlo o condenarlo sin legarnos ningún patrimonio de conocimientos que nos permita el esclarecimiento de esa forma de lucha política y, además, determinar con acierto los instrumentos que generen una solución a los fundamentos que le sirven para expresarse en la práctica y en la teoría.
El Estado estadounidense tiene su visión pragmática sobre el terrorismo. Se guía por una ley que determina que todo movimiento o agrupación política que atente contra las personas o intereses de Estados Unidos o de sus epígonos, en cualquier parte del mundo, es terrorismo. Sin embargo, las acciones bélicas de Estados Unidos o de sus epígonos, en cualquier parte del mundo -aun cuando produzcan horrendos crímenes de inocentes- no tienen, para el Estado gringo, rasgos o visos de terrorismo. Es la propia ley del embudo: lo ancho para el victimario y lo angosto para las víctimas.


El terrorismo, como cualquier expresión de guerra o de insurrección, es una manifestación de la política por la violencia. Esta ha sido, desde tiempo inmemorial, causa de estudio para muchos historiadores, sociólogos, politólogos y otras especialidades de la ciencia social. Marx la llamó la partera de la sociedad, porque en determinado proceso de la evolución histórica, el salto la justifica. Así triunfó el capitalismo sobre el feudalismo y su acontecimiento más importante se conoce como la Revolución Francesa de 1789. Si la burguesía y la pequeña burguesía se hubieran abrazado al puro pacifismo y la filantropía, todavía permaneciera la humanidad bajo el régimen de los señores feudales con sus títulos de zar, rey y otros que caracterizan a los hombres-dioses que han predominado en el mundo. Esto no es idea para alimentar el espíritu de la violencia, sino la verdad como fuente creadora de la historia.
El terrorismo es un tema que se mantiene en el tapete de la opinión mundial. Presidentes, ministros, congresistas, políticos, juristas, intelectuales, profesionales, historiadores, artistas, eclesiásticos, militares, “independientes” y hasta gente del pueblo (aun con su pesada carga de ignorancia), opinan sobre terrorismo sin que se motiven a escudriñar la esencia que lo hace real, como tampoco ventilan ante la luz pública lo que significa o representa como forma de lucha política para la sociedad.
Los ideólogos que condenan toda forma de lucha política contra el malvado poder del capitalismo salvaje, lo que hacen es legar consignas tratando de que ningún pueblo se arme de teoría revolucionaria. Así han lanzado su síntesis sobre el terrorismo: es un crimen contra la sociedad, un acto de salvajismo o crueldad, una acción de locos, un método de desadaptados sociales y, por consiguiente, hay que luchar para destruir al terrorismo. Así se construyen verdades a medias. Las esencias que originan la violencia quedan sólo para la conciencia de quienes mantienen el predominio en la vida económicosocial fomentando miseria y opresión.
¿Qué es o significa el terrorismo?
Es cierto que cuando se carece de una fuerza importante para acciones de clase inmediatas, los revolucionarios se impacientan y se sienten inclinados a recurrir a métodos artificiales de la lucha política. Este es el caso del terrorismo. El Estado capitalista también lo aplica cuando se impacienta o siente en peligro su estabilidad.
Tal vez el más profundo estudioso del terrorismo, en la historia de la humanidad, haya sido León Trotsky. Este nos dice: “El terrorismo exige una tal concentración de energía en un instante capital, una tal sobreestimación de la importancia del heroísmo individual, en fin, una conspiración tan hermética... que excluye por completo la agitación y el trabajo de organización en el seno de las masas”. Esto tiene validez tanto para la derecha, el centro y la izquierda.
Nos dice Trotsky, que lo propio del terrorismo es destruir la organización que por medio de los laboratorios intenta suplir la insuficiencia de su fuerza política. En ciertas condiciones históricas, el terrorismo puede desorientar al poder. Pero en tales casos, ¿quién saca partido de la situación? Jamás la organización terrorista, ni las masas, detrás de las cuales ocurre el luto.
Lo que más comúnmente se conoce como terrorismo son los secuestros y atentados violentos y destructivos contra instituciones y personas. Trotsky, al analizar ese fenómeno, nos educa con los siguientes conocimientos: “El atentado, aún el que tiene éxito ¿acarrea la desorientación en los círculos dirigentes? Eso depende de las circunstancias políticas concretas. En todo caso, se trataría de una perturbación de corto tiempo. El Estado capitalista no reposa sobre ministros y no puede ser destruido destruyendo a sus ministros. Encontrará enseguida otros servidores, el mecanismo continúa intacto y sigue funcionando. Pero la perturbación que los atentados terroristas acarrean a la clase obrera es de una gravedad mucho más profunda. Si basta armarse de un revólver para alcanzar los objetivos, ¿para qué sirven, entonces, los esfuerzos de la lucha de clases? Si basta un poco de pólvora y de plomo para atravesar la cabeza del enemigo, para qué sirve la organización clasista. Si los grandes dignatarios pueden ser intimidados por el ruido de una explosión, para qué sirve el partido, para qué las reuniones, para qué las elecciones, si se puede tan fácilmente tomar por blanco, desde las tribunas del parlamento, el sillón de los ministros. El terrorismo individual es precisamente inadmisible a nuestros ojos, porque rebaja las masas ante sí mismas, las reconcilia con su impotencia y orienta sus perspectivas y sus esperanzas hacia el gran vengador, el liberador que vendrá un día y cumplirá su obra”.
Pero también es inadmisible, a los ojos del mundo humano, el terrorismo de Estado capitalista. Ese que se aplica bombardeando indiscriminadamente, matando niños y personas inocentes, para tratar de producir la caída o derrumbe de algún gobernante que no es bien visto por el poder de los imperialistas. También es inadmisible, a nuestros ojos, ese terrorismo que ejecutan organismos de seguridad de Estado para secuestrar y desaparecer hombres y mujeres que luchan contra el régimen de despotismo social que impone el capitalismo imperialista. Desde hace mucho tiempo los estados más avanzados del capitalismo y sus súbditos en naciones subdesarrolladas y dependientes, vienen aplicando el terrorismo de Estado bajo figuras o leyes de impunidad y violando el derecho a la autodeterminación de otros pueblos.
El fenómeno del terrorismo es igualmente vinculado a la ética de la sociedad. Nos olvidamos con frecuencia que la clase predominante impone, al resto de la sociedad, sus fines y costumbres. Es allí donde nos venden e instituyen la idea que la moral oficial (burguesa) es rigurosamente el establecimiento de las mejores conductas para el sostenimiento del régimen de explotación y opresión del capitalismo y, por consiguiente, son inmorales los métodos que contradicen sus fines.
La lucha de clases es o debe ser siempre por el poder, porque de lo contrario no valdría la pena ningún sacrificio ni esfuerzo político ni ideológico ni organizativo. La burguesía está en su derecho y en su deber de defender su régimen y sus privilegios. Para ello no se detiene en ninguna norma moral. Si el proletariado es quien tiene el poder, igualmente está es su derecho y en su deber defenderlo y no sujetarse, ni por estoicismo ni humanismo, a las estrictas normas morales que impone por necesidad colectiva a la sociedad. En ese sentido, ni la burguesía ni el proletariado, pueden renunciar por principio al terrorismo con respecto a la utilización de medidas de intimidación y represión contra sus adversarios que pretenden arrancarle el poder, porque lo contrario mejor sería renunciar para siempre a la dominación política. Pero óigase bien: no debe ser nunca igual o semejante un terrorismo de presión de un Estado proletario contra enemigos que conspiran abierta y violentamente para derrocar la revolución a uno que ejecuta el Estado imperialista, el cual no tiene reparo en producir destrucciones y genocidios sin consideración de ninguna naturaleza.
¿Qué es realmente terrorismo?:
¿Bombardeos indiscriminados en tierra ajena matando y destruyendo por objetivo de colonialismo o la defensa de un pueblo por su derecho a la autodeterminación?
¿La intervención armada de los imperialistas en otras naciones imponiendo democracias sumisas al gran capital o el sacrificio de un pueblo por la conquista de su soberanía y dignidad?
¿La ayuda de los imperialistas en armas, hombres y dinero a movimientos contrarrevolucionarios para derrocar a gobiernos que sirven con lealtad a sus pueblos o la solidaridad entre pueblos para defenderse del expansionismo y el colonialismo de la globalización y el neoliberalismo?
¿La crucifixión de Jesucristo, luego de cargar la pesada cruz, por la emancipación de los pobres o el llamado del padre Camilo Torres Restrepo a que los cristianos cumplan con el deber de hacer la revolución para su redención social?
¿Los evangélicos predicando que el esclavo es semejante a su amo y que serán iguales en el tribunal celeste o Jesucristo diciendo que primero entra un kamello –mecate grueso- por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos?
¿Obligar, bajo amenazas, a una nación a pagar la impagable deuda externa o predicar la integración de los países endeudados para realizar una negociación de pago que no genere más miseria para sus pueblos?
¿Las leyes que amparan con impunidad a los especuladores y usureros o una muchedumbre que protesta ser la víctima de un Estado que le pisotea sus derechos?
¿Cómo combatir con éxito al terrorismo?
Lenin decía: “Para conocer una cosa hace falta también conocer sus relaciones con otras cosas”. Eso nos indica que el terrorismo no es un fenómeno aislado del resto de fenómenos de la sociedad ni de la lucha de clases. Si no se acaban las excesivas desigualdades e injusticias sociales, si no se respeta el derecho a la autodeterminación de los pueblos, si no se le pone fin a la política expansionista y de saqueo que ejecuta la globalización y el neoliberalismo capitalistas contra el mundo, no podrá hablarse seriamente sobre la desaparición del terrorismo o de la violencia social.
Vivimos un mundo donde la lucha entre las clases y las naciones se encuentra exacerbada. Es allí donde la mentira se hace turbulenta, tensa y explosiva disponiendo de poderosos medios de la comunicación. La voracidad de los imperios, ciertamente y muy lamentable, genera impaciencia y desesperación en ciertas capas de la población. ¡He allí un alimento permanente para la utilización de métodos artificiales en la lucha política!
En verdad ninguna revolución ha triunfado atraída por el método del terrorismo como ningún imperio hace vida eterna amparándose en su terrorismo de Estado. Lo que no es justo es condenar el terrorismo de uno y aplaudir el de otro. Deteniéndose en el exclusivo círculo de la moral, ningún pueblo hace su revolución. Así lo enseñó la burguesía para hacer la suya en contra del feudalismo.
Todos los movimientos revolucionarios del mundo, menos el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de Chiapas, se encuentran en la lista del Estado estadounidense como terroristas. Las organizaciones paramilitares que hacen contrarrevolución, en varias partes del mundo, son o han sido subsidiadas por el Estado gringo. Allí no hay moral que valga para detenerse en la ética política. Cierto que, sólo en un determinado momento muy crítico, se ve obligado a catalogar como terrorista a un grupo que le ha defendido sus intereses económicos mediante genocidios, masacres, amenazas, chantajes, tal como lo hizo con la organización paramilitar conocida como Autodefensas Unidas de Colombia, pero dejó muy claro que no tenía ninguna queja o acusación sobre atentados a personas y bienes estadounidenses de parte de las AUC en Colombia. ¿Cómo, si precisamente servían de gendarmes para cuidárselos o protegérselos contra los intereses del pueblo colombiano? Esto es lo más importante para el Gobierno de Estados Unidos y nada importa que miles de colombianos sean víctimas de la guerra sucia. La economía, para los imperios, es el ciclo donde la riqueza deje la mayor parte para los pocos y la menor para los muchos que deben conformarse con la miseria.
Sólo un mundo hecho todo de justicia, de libertad y de dignidad podrá sentar, por siempre, los fundamentos para que desaparezcan todas las expresiones violentas de la lucha de clases. En Estados Unidos, todo terrorista opositor capturado asegura su pena de muerte y eso es justicia para los imperialistas. Si en Cuba o en cualquier otra parte del mundo se hace lo mismo, para el Gobierno estadounidense, es violación al derecho a la vida. ¡He allí la doble moral con que el poderoso rey imperialista juzga a las demás naciones o gobiernos del mundo!
Existe la necesidad, actualmente, de preguntarse: ¿es posible combatir exitosamente, por medios legales y pacíficos, una invasión imperialista que utiliza todos los medios posibles del terrorismo de Estado para masacrar y someter a la esclavitud a otros pueblos? Cada quien que se de su propia respuesta. Nosotros, simplemente, creemos que no, pero no somos un movimiento terrorista. Es todo.

¿En Estados Unidos sería posible un gobierno fascista o nazista?


Con mucha frecuencia, casi a diario, analistas políticos de izquierda, anarquistas e, incluso, marxistas, acusan al gobierno de turno en Estados Unidos de fascista o nazista. ¿Tienen o no razón para tal caracterización? Diríamos de entrada que el terrorismo de Estado, el elevado espíritu de criminalidad que materializa el imperialismo estadounidense por la Tierra, son rasgos de fascismo; esa ansia desmedida y diabólica de dominar y someter el mundo a sus pies es, sin duda, un vestigio de nazismo. Eso también ha caracterizado a todos los imperios existentes en diferentes tiempos o épocas. Hemos colocado los términos fascista y nazista para, con permiso de la lingüística ya que tienen algunos rasgos de diferencia que no tomaremos en consideración, ilustrar el contenido de la respuesta a la interrogante que hace el papel de título del artículo, pero sépase que el nazismo tiene como lema la salvación (heil), sanación (heilung) y terapia (exterminar una gran parte de la humanidad para salvar a la raza pura de cualquier género de sufrimiento o de esclavitud, mientras que el fascismo tiene como lema torturar y matar a muchos para aterrizar a la mayoría prometiéndole un buen fin a la clase burguesa. Por eso la Alemania de Hitler fue mucho más cruel, sangrienta y agresiva que la Italia de Mussolini.
No es descabellado, no es anticientífico, el empleo de algunos términos semejantes o sinónimos para identificar un estado de cosas específicas, como por ejemplo: fascismo y nazismo para mencionar un régimen completamente igual en todas sus características. Hasta cierto nivel de la escala histórica eso no resulta una posibilidad de gravedad, pero pasada esa frontera se puede convertir en un laberinto de desaciertos y de engaños no para la historia sino para las masas. Heráclito dijo, mucho antes que Marx aportara la concepción materialista de la historia y pusiera a la dialéctica a caminar con la cabeza hacia arriba, que nadie se bañaba dos veces en las mismas aguas, porque todo cambia, todo fluye. De la misma manera, y especialmente para un Estado imperialista, nunca podría decir de esta agua no beberé, refiriéndonos al fascismo o al nazismo.
En política, fundamentalmente en este tiempo que se ha denominado como de globalización capitalista salvaje, no es difícil pensar en que llegará, más temprano que tarde, un período de extrema desesperación de las masas o sectores medios de la sociedad y eso, arrastrará también al abismo a los obreros. Y esa desesperación se dará cuando todas las vías o fórmulas de salvación de los estamentos pequeño-burgueses se encuentren cerradas bajo los candados del capital financiero. Es allí donde está la fuente del fascismo. La globalización capitalista tiene en sus haberes el de arruinar ala mayor cantidad posible de los sectores medios, incrementar al máximo la miseria para la mayoría del planeta, aumentar a porcentaje inimaginable el desempleo dejando a la intemperie ala mayoría del proletariado, y enriquecer lo máximo posible al menor número de capitalistas financieros. Eso evidencia que la venidera guerra no sólo será mundial pero no entre naciones sino entre continentes y saldrá –inevitablemente- a flote nuevamente el régimen nazista de gobierno en el desespero traumático de los imperialistas al tener `por seguro la caída de su régimen de producción.
Todo el mundo está bajo las garras del imperialismo capitalista. El fascismo es un arma del capital financiero; de ese capital ambicioso, hambriento y agresivo, expansionista y tiene su contenido económico y social. No hay manera de combatir al fascismo sin antes combatir al imperialismo. Esto es el punto de arrancada. El imperialismo, de otra parte, tolera la democracia como un mal necesario hasta cierta escala histórica. No más. Si cambian las aguas, el imperio echa a mano fórmulas –no importa el nivel de crueldades- para que el cauce a su favor no se desvíe.
El fascismo se puede decir es un sistema ideológico y político profundamente antidemocrático, antiliberal, antisocialista y fundamentalmente militarista, que se sustenta en el nacionalismo extremo, es jerárquico-autoritario de extrema derecha. El nazismo no se detiene allí, sino que reivindica el orgullo nacional y culpan de sus desgracias a todos los que profesen un sentimiento de afecto a la emancipación de la humanidad entera y, especialmente, su odio es repugnante contra la clase obrera. Tenemos pues, que el fascismo es el resultado de graves crisis sociales del capitalismo en que se ve sumamente afectada la reproducción del capital, la acumulación “natural” del capital y, por lo tanto, se manifiesta la necesidad de una fuerza y una violencia capaces de crear condiciones en provecho de los grandes monopolios del capital financiero. El fascismo es la manifestación de poder político del capital financiero como una destilación químicamente pura de la descomposición cultural del modo de producción burgués. Trotsky dice con gran acierto, que: “La fuerza del capital financiero no reside en su capacidad de establecer cualquier clase de gobierno en cualquier momento de acuerdo a sus deseos; no posee esta facultad. Su fuerza reside en que todo gobierno no proletario se ve obligado a servir al capital financiero; o mejor dicho, en que el capital financiero cuenta con la posibilidad de sustituir, a cada sistema de gobierno que decae, por otro que se adecue mejor a las cambiantes condiciones. Sin embargo, el paso de un sistema a otro implica una crisis política que, con el concurso de la actividad del proletariado revolucionario, se puede transformar en un peligro social para la burguesía…”
El fascismo es una forma de Estado burgués que se expresa como una dictadura autocrática abierta, fuerte, violenta, cuya misión no es sólo garantizar el enriquecimiento y el privilegio extremos al capital financiero, sino también garantizarle las condiciones de un orden de ‘paz’ y de esclavitud de la clase trabajadora sin que ésta cuente con mecanismos de autodefensa. Es un régimen político agresivo y represivo del capital financiero para dominar todos los órdenes de la economía capitalista y de la vida social. Es una expresión política de salvajismo y barbarie del capital imperialista buscando salida económica a sus crisis de reproducción de capital monopolista, satisfacer su ansia de dominio y ensanchamiento de mercado, su necesidad agobiante de materias primas y de fuentes energéticas, y la imperiosa exigencia de un orden de desarme completo de la clase obrera, sectores sociales y organizaciones políticas que pongan en peligro la estabilidad de los supremos intereses económicos del capitalismo imperialista. El fascismo, como lo decía Trotsky, es la personificación de todas las fuerzas destructivas del capitalismo, es decir, la expresión más acabada de la voluntad imperialista de poder.
El fascismo, téngase como una creencia de fe, no es posible que llegue a ser una forma de gobierno político en una nación subdesarrollada, donde lo máximo sería de orden bonapartista como fueron los de Pinochet y Fujimori por citar dos casos. Es propio de países capitalistas desarrollados, imperialistas, y no todos los países imperialistas han recurrido al fascismo como régimen integral. Han sido Italia (fascismo), Alemania (nazismo) y España (falangismo con el apoyo de Italia y Alemania) los tres países que han tenido ese rostro completo, aunque en Francia, Inglaterra y el propio Estados Unidos hayan habido o sigan existiendo algunos rasgos de fascismo, porque lo que han hecho los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra con los presos en Guantánamo, el sistema de tortura a que los han sometido es, donde quiera que se pare, elemento de fascismo. Sin embargo, tratándose de Estados Unidos, sería extremadamente difícil que se establezca un gobierno fascista o nazista o falangista, porque sería la última jugada política del imperialismo capitalista más poderoso, bárbaro, cruel e ignominioso que haya conocido el género humano; sería su último paso para caer abatido por una convulsión social mundial; sería derogar todos los logros obtenidos por la clase obrera en el campo de la economía capitalista y lanzados a la miseria crítica alborotaría su sentimiento combativo y de solidaridad que lleva en su entraña para producir su revolución; sería fomentarla integración de los pueblos en lucha por su redención definitiva; sería dar saltos seguros hacia el abismo para quedar soterrado por siempre en las antigüedades de la historia. Una nación acostumbrada, ya como una larga y beneficiosa tradición, de vivir y disfrutar de comodidades arrancadas a otras naciones, correría un riesgo de muerte el atreverse a recurrir al régimen fascista o nazista para garantizar su subsistencia. Todos los imperios se derrumban y, especialmente, cuando se agota el desarrollo de sus fuerzas productivas o entran en contradicción antagónica con las relaciones de producción y, ahora, además con las fronteras nacionales. Pero, por otro lado, el pueblo estadounidense posee instituciones fuertes, tradiciones prolongadas en tiempo, valores educativos, culturales y hasta éticos que dificultan la instalación de un sistema fascista de gobierno. Ahora, nadie puede adivinar lo que no sea capaz de asumir el imperialismo –como forma de gobierno- si las condiciones históricas y, especialmente, cuando se produzca el avance de la revolución proletaria en todo el mundo ponen en eminente peligro su sistema de democracia burguesa.
En 2002 Fidel fue el único gobernante en el mundo, luego de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 que causaron muertes y dolor en la sociedad estadounidense, que habló no sólo con argumentos profundos sobre el terrorismo y el sistema político fascista, sino también que no creía que en Estados Unidos pudiera instalarse un régimen fascista, pero alertó al mundo sobre la melosa exaltación al chovinismo de Bush y las guerras que iba a desencadenar tomando como pretexto la lucha antiterrorista. El presidente estadounidense había dicho que no iba a dejar la seguridad de América y la paz del planeta a merced de un puñado de terroristas y tiranos locos. Allí fue cuando inventó su locura de la lucha del eje del bien (encabezado por Estados Unidos) contra el eje del mal (donde se encuentran casi todas las naciones que claman justicia y libertad y muerte del imperialismo) sosteniendo que Dios estaba de su lado porque no era neutral. ¡He allí la arrogancia de quien cree que es amo y gendarme -al mismo tiempo- del mundo! Fidel también alertó el mundo de las tendencias fascistas o nazistas que se estaban haciendo presentes y desarrollando sus fuerzas en algunas regiones de Europa, pero nunca dijo que el gobierno de Estados Unidos era fascista propiamente dicho.
Sin embargo, un estudioso de la historia y de la política, cubano, director de la biblioteca nacional José Martí, Eliades Acosta Matos, sostuvo en un evento o un documento que el gobierno de Bush era tan fascista como el de Hitler y explicó sus puntos de vista para llegar a tal afirmación. Nadie debe dudar que la mentalidad de Bush sea fascista o nazista, pero ni el fascismo ni el nazismo es un régimen de un hombre sino un sistema político que en Estados Unidos, en verdad, no existe como tal. Creemos, además, que Fidel, aun cuando compartiera argumentos, no estaría de acuerdo con la conclusión de Eliades. Fidel, en cambio, dijo que ese día del 20 de septiembre de 2001, con las palabras del presidente de Estados Unidos, había tenido lugar el Dieciocho Brumario de W. Bush, es decir, el bonapartismo como régimen político en Estados Unidos basado, suponemos que se sustentó para decirlo, en el poderío de la burocracia militar, policial y estatal del gobierno del señor Bush, en el desprecio a las normativas de la ONU, en su terrorismo de Estado, en las mismas opiniones adversas de congresistas estadounidenses y a la oposición de una buena parte del puesto de Estados Unidos que no fueron tomadas en consideración por el mandatario estadounidense para declarar su guerra imperialista. Y, en verdad, la conclusión del camarada Eliades no es cierta, no es correcta, porque –hay que repetirlo- el fascismo necesita de negar internamente, en la nación donde exista un gobierno de esa naturaleza, todas y cada una de las formas de organización que adversen el régimen, critiquen al régimen, no respetaría ninguno de los derechos humanos de las clases y sectores considerados inferiores a la clase oligárquica y financiera. En Estados Unidos sería terrible un régimen fascista o nazista y con una sola interrogante bastaría para lo que tendría que enfrentarse: ¿qué haría con esos millones de negros, de latinoamericanos y con –ojo con esto- los grandes y poderosos magnates de la economía que son judíos e influyen demasiado en el sistema económico-social estadounidense? Pensamos, sólo lo pensamos, que la comparación o conclusión del camarada Eliades Acosta, respetándole sus argumentos, se parece –en sentido contrario- a la de David Ronfeldt, publicada en Los Angeles Times el 25 de mayo de 2003, donde expresó que los partidarios de Chávez estamos inspirados en el fascismo. Por suerte: Dios no es neutral ni la generalidad de los pueblos tampoco. El Diablo no puede serlo, porque está dentro del espíritu de Bush.

¿Qué nos duele?

Nos duele habernos dejado rasgar la piel
de tanta esclavitud en nombre de la libertad
y no habernos liberado con tiempo de sus perversiones.
Nos duele tanto sacrificio y lucha de nuestros próceres por la independencia
para que unos pocos después hipotecaran de nuevo la patria.
Nos duele la risa que se burla de nuestro dolor.
Nos duele el talento que se extingue en la miseria.
Nos duele la tristeza del que escribe para armarnos de conciencia
y no encuentra lectores para su enseñanza.
Nos duele lo que le duele a los que se resignan a los dolores.
Nos duele los niños y las niñas que naciendo se quedan sin futuro
porque más miedo le tienen a la vida que a la muerte en el presente.
Nos duele que le depreden los árboles a las cabeceras de los ríos.
Nos duele el llanto de una madre
que el hambre le mata el porvenir en su vientre.
Nos duele que tengamos que matarnos
unos contra otros por el agua y la sombra.
Nos duele que cuando habiendo condiciones
para dar la orden de ataque se disponga el repliegue de sus fuerzas.
Nos duele que la frontera del conocimiento
sea la pobreza en que vive el hombre que no lo tiene.
Nos duele cuando se muere un cantor
y luego vuelven sus canciones un negocio de la usura.
Nos duele que a un poeta se le obligue a escribir en lo que no le inspira su sentimiento.
Nos duele el campo que le deprime
el verano creado por el hombre que lo depreda.
Nos duele la nostalgia de una flor solitaria sin sol.
Nos duele la noche cuando a la luna le hacen una herida por telescopio.
Nos duele la mirada del niño que el adulto le alarga su tristeza.
Nos duele que un obrero invoque la resignación de sus camaradas
al capitalismo.
Nos duele que un maestro deje de creerse alumno por pensar que todo lo sabe.
Nos duele tanto los dolores que sólo conquistando las libertades que nos faltan se curarán nuestros dolores.



Un día lluvioso en que Dios miraba, a través de los ojos de Jesucristo desde una nube, el mundo que había hecho a su imagen y semejanza, reflexionó profundamente y se convenció que en este tiempo de globalización capitalista salvaje él está viviendo de puro milagro. Pensó antes en los ángeles y luego en el hombre. Mucho le dolió que éste se haya hecho lobo y no amigo del hombre. Se lamentó que todo lo que hizo para que se viviera en paz, libertad, justicia, dignidad, solidaridad, ternura, y alegría, amando cada uno al prójimo como así mismo, se hubiese convertido en una idea hueca en la conciencia de unos pocos que se hicieron dueños de todos los bienes por él creados. Sus sentimientos heridos lloraron en los ojos de Jesucristo. Observó el universo casi completo y se convenció que cada dolor que sentía por cada injusticia que el mundo estaba viviendo por culpa de unos pocos que lo mal gobiernan y lo hacen andar patas arriba, es una libertad que le falta conquistar a la mayoría de la humanidad para hacerlo andar con justicia patas abajo. Convencido que sus milagros ya no tienen la potestad de recomponer el mundo a su imagen y semejanza, dictó un Testamento para que Jesucristo resucite de nuevo en la Tierra y sólo vuelva al Cielo cuando haciéndolo realidad ya nadie siga creyendo que su voluntad sea una utopía irrealizable: “Creo en los poderes creadores del pueblo; creo en la vida y la alegría en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte; creo en la ternura y la solidaridad en tremendo combate contra el desprecio y el egoísmo; y creo en que ya no se debe andar tanto reinterpretando el mundo, sino en decidirse a transformarlo”.




¡¡¡Sin justicia social, la paz será siempre una utopía!!!


¿Por qué votaremos por el camarada Di Martino?:
porque es un hombre bueno, un político serio que hace de las inquietudes de su pueblo sus propias inquietudes y se esfuerza por buscarle solución, excelente demócrata, profundamente solidario.
El camarada Di Martino es de esos hombres que ven con el corazón dejando sólo a los ojos el percibir las cosas o necesidades para luego profundizar en la reflexión y hacer todos los sacrificios por encontrar la mejor solución a las dificultades sociales tratando que no sólo contenga la calidad, sino también la reducción al mínimo de los sacrificios. Eso está comprobado. Incluso, no necesitamos de ejemplos, porque la gente más humilde del estado Zulia ha sido atendida por las manos amigas de Di Martino sin exigirle ninguna prebenda para su peculio personal. Esto no es una elegía ni tampoco una oda y, mucho menos, una lisonja. Es la pura verdad.
¿Se dan cuenta por qué votaremos por el camarada Di Martino? ¿Acaso existe otro candidato que reúna esas cualidades que merezca, en este difícil pero hermoso momento de la historia venezolana, ser el próximo gobernador del estado Zulia?

¡Di Martino: gobernador del pueblo para el pueblo!

¡Vota seguro por Di Martino y en el Zulia todos y todas ganarán!

EPA